Veía con curiosidad a Calígula, la tortuga, aquella que no dejaba comer a panchita. Me acercaba lentamente para observar sus movimientos, pero en el momento que quedaba de frente se ocultaba, la dejé y me fui al balcón.
El árbol estaba dando uno de sus característicos bailes al ritmo del viento, las ramas le hacían segunda. Tiene algo de interesante ver el movimiento de los árboles, a veces pienso que llegará un viento tan fuerte que dejaran de querer sostenerse de las raíces y caerán estrepitosamente haciendo gritar de pánico a los vecinos; pero ese solo es una visión un tanto apocalíptica. Lo que en verdad me gustaría sería que ese árbol se desprendiera de las raíces y empezara a caminar, levantando a las personas y también, por que no decirlo, privando de la sombra que ofrecía, me gustaría también que alzara a la gente que va por ahí haciendo garabatos en la corteza del árbol con una navaja.
Me despabilo y me quedo observando al árbol que está frente a mi ventana, quieto. Pienso que se debe sentir triste, estando ahí sin privada, siempre a la vista de las ventanas de los vecinos.
¿Qué hará cuando nadie lo ve?
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