Escuché un montón de canciones que me estimulan, que me hacen cerrar los ojos mientras voy caminando, no me da miedo tropezar con algo o alguien.
Bien puedo pensar en una historia de amor, hacerla complicada, sencilla, agregarle mátices, hacerla imposible, llenarla de cosas, convertirla en algo digno de contar, guardarla en la memoria, guardarlo en un lugar, una foto, una canción, una sensación.
Soy un aficionado de salir a la calle cuando corre el viento, automáticamente cierro los ojos y dejo que el viento me atraviese, que me desacomode las ideas, que me acomode los sentimientos, que se lleve mi imagen, mi reflejo en un ventanal, que la estampe en un eificio, que la lleve lejos, y que ese soplo se muera en una nube.
Pienso que cuando uno más quiere acomodar lo que siente el ambiente más se encarga de revolverlos, debe ser para que no te quedes quieto, que estés en continuo movimiento, querer más, viajar más, imaginar más, transportarse hacía otras latitudes y todo sin haber movido un músculo. A la persona que dijo que no existe la máquina del tiempo se equivoca, existe la música, también los lugares que le hacen ir a un recuerdo muy bueno de alguien, generalmente.
En medio de las disquisiciones me pongo a pensar sobre los sueños. Si el café quita el sueño, ¿los sueños se sueñan con mayor fuerza? ¿Es cuando se vuelven realidad? o ¿Es cuando finalmente tienes que levantarte de la cama y olvidar que soñabas?, esto último me parece una tristeza.
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