Llegamos al mundo indefensos. Dependemos de la buena voluntad de uno o varios terceros que dedicarán parte de su tiempo a atender nuestras necesidades para que podamos sobrevivir. Adivinarán, o intentarán adivinar lo que nos hace falta para estar bien. Nos acompañarán día a día para acercarnos comida, agua, un refugio al que algunos años después llamaremos hogar.
En cada etapa de nuestra vida estarán ahí para anticipar necesidades de las que todavía no somos conscientes. Nos enseñarán a atarnos las agujetas. Nos susurrarán secretos para vencer los miedos. El miedo a la oscuridad, el miedo a los otros, el miedo a cualquier cambio. Gracias a ellos llegaremos a ser autosuficientes, independientes.
Con el mismo amor con el que nos cuidaron, nos incitarán a irnos de su lado para que encontremos nuestro lugar en el mundo. Nos iremos, y allá lejos, los extrañaremos. Volveremos para, a su lado, aprender de nuevo a hacer cosas de las que nos creíamos incapaces.
Las circunstancias de nuestra vida siempre serán otras, nuevas, laberintos para los que necesitaremos la ayuda de un tercero que esté dispuesto a sacrificar parte de su tiempo por nosotros.
Ese o esos terceros siempre estarán ahí para ayudarnos. Ya sean los mismos que estuvieron con nosotros desde el principio, u otros. Los rostros cambiarán, quizá, pero la figura permanecerá por siempre. Adonde volteemos, habrá alguien que esté dispuesto a regalarnos una sonrisa, un consejo, una mano para que nos apoyemos en el incierto camino de la vida.
Incluso cuando volteemos al espejo, nos daremos cuenta de que nosotros también nos hemos convertido en el que ofrece su mano a otros que la necesitan.
Siempre estamos aprendiendo, adaptándonos a los cambios que vivimos. Aunque nos aterran, tenemos el consuelo de los otros.
Sabemos que siempre podremos llegar con ellos, los que se anticipan a nuestras necesidades, y que nos tomarán de la mano para guiarnos por el mundo, ese mundo que para ellos es ya una rutina, un camino transitado y viejo, pero que para nosotros es una incógnita indescifrable.
Caeremos las veces que tengamos que caer, pero con su ayuda nos levantaremos, como nos hemos levantado tantas veces desde que nos dieron la mano para enseñarnos a caminar.
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