'Los caminos del señor' nos traen y nos llevan a lugares que a veces resultan maravillosos, llenos de gente preciosa que nos hace la vida más ligera; pero también a lugares oscuros, fríos, alejados de su mano, en los que tenemos que enfrentarnos a situaciones que nos hacen creer que quizá sería mejor rendirnos.
Por eso decimos que sus caminos son misteriosos: nunca sabemos a dónde conducen. Nos acercan a gente que creíamos muy lejana y nos separan de quienes un día fueron nuestro todo. Nos alejan de y nos vuelven a acercar a nuestra gente, a los poquitos que avanzan cerca de nosotros sin que nos demos cuenta por caminos que algunas veces se cruzan y hasta se confunden con los nuestros.
Mientras recorremos esos caminos, buscamos lo que nos dicen que debemos buscar y que parece escapársenos cada vez que creemos haberlo encontrado: la felicidad. En cada vuelta inesperada, en cada cambio de sentido, detrás de cada árbol vislumbrado a la lejanía, queremos verla materializada, sólida, inequívoca, y en cada ocasión nos desilusiona un poco cuando se nos vuelve a esfumar.
Un día lo entendemos: la felicidad no se busca, no está más adelante en el camino. La felicidad es recorrer el camino y darnos cuenta de que no hay manera de salir de él. La felicidad es abrazar este efímero trayecto y sonreír cada vez que podamos.
Pero la felicidad, al igual que el trayecto que la representa, es efímera y en su esencia incluye también a todos sus contrarios. La felicidad, aunque parezca contradictorio, también es llorar cuando hace falta, también es sufrir y trabajar y perder todo lo que alguna vez amamos.
El camino es absoluto y nos lleva a donde nos lleva, a los lugares que nos reconfortan y a los que nos asustan, a los que nos regalan noches de sueño tranquilo y a las que no nos dejan dormir por la preocupación, a los que alguna vez recordaremos con un suspiro y a los que querremos olvidar apenas los dejemos atrás.
Los caminos del señor son misteriosos, no sabemos a dónde nos llevarán y debemos recorrerlos para conocerlos, con la esperanza de que los lugares buenos justificarán haber pisado también los malos, con la esperanza de que los días de sol nos hagan olvidar los de lluvia, con la esperanza de que al llegar al final podamos decir que la felicidad sí fue para nosotros haberlos recorrido.
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